El Rey Don Pedro I El Cruel fue protagonista de muchas leyendas ocurridas en Sevilla. Un personaje popular, querido u odiado a partes iguales en la Sevilla del Siglo XIV.
Pedro I de Castilla, que debió llamase Pedro I de Borgoña atendiendo a su linaje dinástico, ( Burgos 30.08.1334 – Montiel 23-03-1369 ) hijo de Alfonso XI de Castilla y María de Portugal, fue rey desde la muerte de su padre en 1350, ganándose el apodo de “El Cruel” para sus detractores o “El justiciero” para sus partidarios, no dejando indiferentes a uno ni otros.
Respecto a su padre, este tuvo dos hijos con su esposa legítima, María, Fernando, que murió antes del año, y Pedro, y otros 10 con su amante Leonor de Guzmán, Pedro 1330; Sancho Alonso 1331; Enrque II de Castilla 1333; Fadrique Alonso de Castilla 1333; Fernando Alfonso 1336; Tello Alfonso 1337; Juan Alfonso 1341; Juana Alfonso de Castilla 1342; Sancho Alfonso 1343; Pedro Alfonso 1345.
Enrique II de Trastamara disputó el trono a Pedro, sucediéndose años de guerras internas en los cuales Pedro da muestra de su carácter iracundo mandando asesinar a varios seguidores de Enrique.
Su padre, en amores con Leonor de Guzmán se desentendió de su educación y Pedro vivió en el Alcázar de Sevilla a cargo de su madre. Al morir su padre Pedro asumió la corona, era un joven de solo 16 años.
A pesar de ello el principio de su reinado fue duro, la amante de su padre reclamaba el trono para su hijo Enrique, también los nobles aragoneses deseaban colocar a un monarca afín a ellos; al final la reina viuda, con el apoyo del portugués Juan Alfonso de Alburquerque logró controlar la situación. Pedro, avisado por sus seguidores, decidió encarcelar a sus hermanastros, Enrique y Fadrique, aunque poco tiempo después los perdonó y excarcelo.
En estos años Leonor de Guzmán fue asesinada, se preparó la alianza de Castilla con Francia y se pactó el matrimonio de Pedro con Blanca de Portugal, que se celebró a mediados de 1353. Nada más conocer que la dote pactada no podía ser pagada, dejó a su esposa y volvió con María de Padilla con quien estaba unido sentimentalmente desde 1352.
Cuando dio orden de prisión sobre doña Blanca, se produjo una rebelión nobiliaria capitaneada por el bastardo Enrique de Trastamara, que pretendía el trono castellano, el maestre de Santiago don Fadrique y Juan Alfonso de Alburquerque. En 1354 contrajo matrimonio con Juana de Castro a la que pronto repudió también.
Hay que tener en cuenta que desde varias decenas de años atrás el equilibrio entre el rey y la nobleza era muy tenso, la rápida conquista de la península y los repartos arbitrarios de tierra habían dado origen a una nobleza poderosa que no quería perder parte de sus derechos y que amenazaba al poder real, cada vez más debilitado. Gran parte del reinado de Pedro I transcurrió en luchas entre los partidarios de la monarquía legítima encabezada por Pedro y la nobleza apoyando es ascenso al poder de su hermanastro Enrique de Trastamara.
Durante estos siglos era muy habitual que los reyes tuviesen su descendencia legítima y al mismo tiempo fuesen padres de hijos naturales con amantes, lo que originaba este tipo de luchas entre los que legítimamente optaban al trono y aquellos que sentían tener derechos adquiridos, no por nacimiento, y que se aliaban con nobles ávidos de poder y de ascender en la escala nobiliaria.
La guerra interna por el trono no podía menos que alargarse e involucrar a otros territorios, Pedro I declaró la guerra al rey de Aragón Pedro IV que apoyaba a su hermanastro, e incluso potencias extranjeras intervinieron en el conflicto, tropas francesas apoyaron a Enrique mientras los ingleses tomaban partido por Pedro, ambos países al objeto de poner en el poder a un rey afín a sus intereses; no hay que olvidar que Europa mientras tanto estaba inmersa en la Guerra de los Cien años ( Francia e Inglaterra guerreaban al objeto de conseguir el control de las posesiones que los ingleses habían acumulado en suelo francés durante las últimas centurias ).
En 1363 se firmó la paz de Murviedro por la que Calatayud, Tarazona y Teruel pasaron a manos castellanas; el infante Fernando, hermano del rey aragonés, que también aspiraba al trono castellano, fue asesinado.
En enero de 1366, como se ha indicado antes, mercenarios franceses y aragoneses vinieron en ayuda del conde de Trastámara en sus pretensiones al trono. Con este apoyo, Enrique fue proclamado rey en Calahorra (marzo de 1366) y se adueñó de todo el reino a excepción de Galicia. Por su parte, Pedro solicitó ayuda a Inglaterra y pactó con Eduardo Príncipe Negro la intervención en la contienda española.
Los ejércitos trastamaristas fueron derrotados en 1367, pero el triunfo final fue para Enrique, que consiguió la ayuda de tropas francesas. Éstas derrotaron definitívamente a Pedro I en Montiel en marzo de 1369. En este mismo lugar fue asesinado el 22 de marzo y el bastardo subió al trono con el nombre de Enrique II.
Referente a Sevilla, esta guarda recuerdos de Pedro I ya que aquí estableció su corte durante un largo periodo de tiempo; no podemos dejar de nombrar algunas de sus historias o leyendas, que se mueven en el terreno de la realidad o la ficción al gusto del lector.
Es de sobra conocida la historia de las calles Cabeza del Rey Don Pedro y Candilejo en cuyo inclusión en el nomenclátor de Sevilla jugó un decisivo papel a figura del monarca. También es Pedro I responsable de la erección de un convento en Sevilla, el de Santa Clara a instancias de Doña María Coronel, señora asediada por el Rey y a la cual no pudo conseguir al arrojarse aceite hirviendo en la cara; y por último el no menos conocido enfrentamiento con el cocinero del convento de San Francisco, actual Ayuntamiento, al que el rey tomó por el abad. Todas estas historias lo hacen merecedor de ocupar un lugar importante en la lista de ilustres moradores de Sevilla.