El ocaso de la Santa Inquisición Española vino con la invasión napoleónica y el liberalismo posterior.
A diferencia de la Inquisición pontificia medieval, la Inquisición española fue controlada e impulsada por la propia monarquía, y se impuso por deseo de los Reyes Católicos. Nace en la Corona de Castilla en 1478 por la bula del papa Sixto IV debido a los problemas de judeización entre los conversos sevillanos. En 1483 se extenderá al Reino de Aragón y a los territorios americanos, donde hubo tribunales en México, Lima y Cartagena de Indias.
Tras la “edad dorada” del Tribunal de la Inquisición en los siglos XVI y XVII, al llegar el siglo XVIII comienza su decadencia. Los tradicionales herejes, es decir, judeizantes, moriscos y protestantes, casi habían desaparecido, y en esos momentos el tribunal se dedicó más a los blasfemos, los bígamos, los curanderos y otras prácticas contrarias a la moral católica, como el clero jansenista. Y, aunque no se abandonó el uso de la tortura, se suavizaron los métodos y se acabó la costumbre de colgar los sambenitos en las iglesias. Todos estos cambios se produjeron por el avance de las ideas ilustradas y por las reformas absolutistas borbónicas.
Aunque entre 1780 y 1820 fueron denunciadas a la Inquisición unas 50.000 personas, el ocaso de la Santa Inquisición española era evidente y cada vez descendía más el número de casos, hasta que dejaron de celebrarse los autos de fe. El último tuvo lugar en Sevilla en 1781, donde fue condenada a muerte una persona por última vez: María Dolores López. Esta mujer sevillana, conocida como la beata Dolores, nace en una familia muy relacionada con el clero. Al quedar ciega con tan solo doce años, comenzó a vivir con su confesor, alimentando los rumores y escándalos en torno a su relación con él. A la par que vivía una vida llena de religiosidad y misticismo, entrando en un convento carmelita, también tuvo relaciones escabrosas con todos sus confesores. Este y otros aspectos de su vida y personalidad alimentaron una serie de rumores relacionados con la brujería, el demonio o que bebía un brebaje para poner huevos.
Tras su proceso inquisitorial y celebración del auto de fe, pidió confesión para evitar ser quemada viva. Gracias a ello, fue trasladada al quemadero del Prado de San Sebastián y asesinada con garrote vil, y su cadáver fue calcinado posteriormente. Descubre más sobre esta mujer y sobre otras relacionadas con la Inquisición en nuestra visita guiada “Mujeres de Sevilla“.
El comienzo del fin definitivo de la Inquisición vino con la invasión napoleónica y el liberalismo posterior. La España afrancesada suprimió el Tribunal en 1808 mientras que en la España patriótica la Inquisición fue abolida en las Cortes de Cádiz en 1813. Fernando VII con la restauración del Antiguo Régimen la volvió a imponer en 1814, suprimiéndola en 1820 por obligación tras el pronunciamiento de Riego. Tras este Trienio liberal, en 1823 volvieron los poderes absolutos del rey pero no se restableció la Inquisición como tal, aboliéndose definitivamente y para siempre en julio de 1834 durante la regencia de María Cristina de Borbón.
Si quieres saber más sobre la historia de la Inquisición en Sevilla, consulta nuestro artículo del Blog “Historia de la Santa Inquisición”. También puedes consultar nuestro artículo “La Santa Inquisición y sus 11 métodos de tortura” para conocer más sobre los métodos de tortura más utilizados en aquella época.
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